Un espasmo no por esperado menos súbito.
El sax: una tristeza que repta y se mete al cuerpo. Como una mano que te meciera suavemente el corazón, conteniendo un llanto sordo. Círculos concéntricos que se abren al infinito, círculos que al cerrarse arrancan del ensueño. Es un ritmo que nace de la melodía, que inesperadamente te asalta, que te suspende en el aire durante un segundo interminable... y vuelve a tomarte, elevarte, soltarte...
Abre el concierto Fil de Eits, de Colima. Grandes músicos, llenan de buen jazz una hora de gozosa espera. Y son empequeñecidos de inmediato en cuanto los gigantes tocan sus primeros acordes.
El piano, esa insolente máquina de sueños. El bajo y la batería viven su propia complicidad. Hasta que la percusión del bajo emprende la fuga interminable. Ritmo acumulado que estalla repentino. Siente cómo se eleva, cómo desciende hasta la superficie de la noche, cómo huye por fin con un obstinado gemido. Escucha cómo el piano no suelta el acorde, lo prolonga hasta el límite de la resistencia emocional, celebra cómo ha suspendido en la penumbra a los cuerpos estremecidos en una contención espectante, lo sostiene, lo sostiene, lo sostiene, hasta que... Jazz interruptus. Oh, sí.
La emoción del principio, siempre. A una mirada de distancia. Y el vino, fluido vital, que arrastra a los sentimientos y los aleja de la boca, ahogada en su propia sed. Sólo un poco más.
Una noche mágica: jazz, vino, la maravilla de una sonrisa amada.
Héctor Infanzón, acompañado por el asombroso contrabajista Aarón Cruz y un discretísimo Gabriel Puentes en la batería, fue el protagonista principal del homenaje a Eugenio Toussaint, muerto el pasado 8 de febrero. El momento culminante del IV Festival de Jazz de la región centro de Conaculta, en el Teatro Víctor Sandoval de Aguascalientes, el miércoles 31 de agosto por la noche. Música de Toussaint y de Infanzón, por supuesto, pero también de Jaco Pastorius, Herbie Hancock, Thelonius Monk, Claire Fischer, Chick Corea. Y una asombrosa improvisación sobre un motivo musical de Sergei Rachmaninoff. Ah, el jazz...
Que decir cuando una no es conocedora de la música y tampoco de estos aparatejos, pero compartamos, el sentir de la lectura que te transporta al mundo de la imaginación y mientras una lee, que el cuerpo se estremece puedo decir que el mio también!!, sorprendente donde la imaginación y la lectura te llevan!!, pues una sostiene la respiración como si escuchara el piano, el bajo y la batería, pero quizá sostengo la stres del día, semana, mes, tiempo, tiempo tan prolongado en un trabajo sin fin como la historia sin fin!! uy!!, ojala acabe antes de terminar el año, pues pues no habrá jazz que lo interrumpa para que pueda suspirar y soltar todo.
ResponderEliminarSolo este momento me saca pequeños en ocasiones largos pero profundos suspiros, pues la imaginación me lleva a un baño en tina, con el vino que me llevara a sentir el placer de escuchar de fondo un piano o simplemente música.
ese es mi comentario, gracias por compartir